Sombras y luces

Hace ya algún tiempo, cuando aún creíamos que esta pesadilla tendría un final y que todo se arreglaría con la misma facilidad con la que se deshace un nudo imposible cuando estiras del hilo adecuado, observamos que Ares comenzaba a jugar con su sombra. Nunca lo había hecho y creímos que era un paso al frente. Una señal pequeña, pero una señal al fin y al cabo, que mostraba una evolución hacia la ansiada normalidad que buscábamos entre tantos signos de alarma.

Consultamos la novedad en Google («Mi hija juega con su sombra») y el señor sabelotodo escupió una serie de respuestas que nos dirigían al lugar de siempre. No era un paso al frente, no nos acercábamos a la normalidad, era otro signo que apuntaba hacia el lugar donde estábamos condenados a ir, aunque nos negáramos a hacerlo: Jugar con la sombra y con destellos de luz es un indicador temprano de autismo. Se debe, dicen, a la hipersensibilidad hacia algunos estímulos.

Ares sigue jugando con su sombra y con la luz, aunque mucho menos que hace algunos meses. Durante una época, le gustaba que le encendiéramos la luz del pasillo para encerrarse en su habitación y observar cómo la claridad entraba y salía de la estancia mientras abría y cerraba la puerta unos milímetros.

También observa la sombra que proyecta sus mano con curiosidad, como si no reconociera que esa forma oscura, que es igual que su mano, pertenece a ella.

El tiempo nos empujó a reconocer que Ares tiene TEA. Esperamos, con el tiempo, convertir las sombras en luces.